“Lateralidad”
puede parecer un concepto muy abstracto pero, en realidad, se aplica en muchas áreas de nuestra vida. El desarrollo adecuado de la lateralidad en los niños es vital para la realización de otros procesos de aprendizaje. Muchas veces “lateralidad” se confunde con otros términos como “dominancia manual” o “direccionalidad”, por lo que es importante, en primer lugar, diferenciar estos conceptos.
El cerebro humano tiene dos hemisferios, derecho e izquierdo. En la mayoría de las personas el hemisferio izquierdo es el dominante y determina que la persona sea diestra; sin embargo, en un porcentaje menor (6%), el hemisferio dominante es el derecho, lo que hace que la persona sea zurda. La dominancia de una persona está determinada por el predominio de uno de los hemisferios.
Qué hace que un niño sea diestro o zurdo?
Los expertos indican que la dominancia se ve condicionada por nuestros genes, por lo que tendríamos más posibilidades de ser zurdos si existiesen antecedentes familiares. Pero, en realidad, no nacemos totalmente diestros o zurdos, sino que nos vamos convirtiendo en tales en nuestra primera infancia, influidos por esa tendencia genética y por el entorno en el que crecemos.
¿Desde que edad podemos definir la dominancia de un niño?
Podemos tener indicadores de la dominancia desde que el niño empieza a voltearse, por el lado hacia el cual se voltea primero; o al agarrar objetos, por la mano con la cual lo toma primero. No obstante, antes de los tres años es normal que no haya una dominancia definida y que el niño experimente con ambos lados de su cuerpo.
Hay cuatro partes del cuerpo que nos van indicando la dominancia del niño: mano, pie, ojo y oído. Cuando en estos cuatros miembros el niño tiene la misma dominancia podremos decir que se ha logrado un adecuado desarrollo de la lateralidad. Podríamos definirla entonces, como el predominio funcional de un lado del cuerpo humano sobre el otro, determinado por la supremacía que un hemisferio cerebral ejerce sobre el otro. Para lograr una mayor eficacia con un mínimo de esfuerzo en todo lo que hacemos, es preciso tener una lateralidad bien establecida.
La lateralidad cruzada sería entonces cuando el predominio de la mano, del ojo, del oído o del pie no se ubica en el mismo lado del cuerpo que los demás miembros. Por ejemplo, un niño que escribe con la mano derecha, pero al tomar el teléfono se lo pone en el oído izquierdo o un niño que patea con el pie derecho, pero escribe con la mano izquierda.
El objetivo de la dominancia lateral es que uno de los hemisferios sea el que dirija o controle los procesos mentales. Una lateralidad mal establecida es el caso del niño ambidextro. Es como si un carro tuviera dos volantes y dos conductores, sería un caos. Los dos hemisferios compiten o cooperan, el objetivo es que lleguen a cooperar, ya sea que esto ocurra de manera natural o con un acompañamiento terapéutico.
Por otro lado, la conciencia que tiene el niño de la existencia de un lado derecho y un izquierdo de su cuerpo y la habilidad de proyectarla al mundo que le rodea se domina direccionalidad. Es decir, la conciencia que tiene de su posición con relación a los objetos que lo rodean, por ejemplo: “La mesa está a mi derecha, pero si giro, estará a mi izquierda”.
Al iniciar la escuela básica, el niño empieza hacer uso de la lateralidad y la direccionalidad. La lateralidad es una función que hace posible que nos orientemos en el espacio y en el tiempo y, por tanto nos permite entender y manejar los códigos escritos (letras y números). Algunos de los efectos de una lateralidad no definida son un retraso en la adquisición de la lectura y escritura, torpeza motriz, problemas con orientación espacial, tartamudez, dislexia y dificultades en términos generales en los procesos de aprendizaje básico de la etapa de educación primaria.En la lecto-escritura, el niño debe leer de izquierda a derecha y de arriba hacia abajo y debe diferenciar letras que sólo varían en su posición, como la b y la d, la p y la q. En matemáticas, el niño debe hacer operaciones de derecha a izquierda, y debe diferenciar números que sólo varían en su posición, como 6 y 9. Estos procesos que podrían parecer simples requieren una orientación en el espacio. El niño que escribe “la” por “al”, que copia “23” por “32”, que lee “patas” por “pasta” podría estarnos dando indicios de que su lateralidad no está definida.
¿Deben los padres o los maestros obligar a un niño a utilizar determinado lado de su cuerpo?
Históricamente se ha creído que ser derecho es lo normal y ser zurdo es una desventaja. Es un tabú que ha crecido a través del tiempo el origen latín de la palabra izquierda es “sinister” (siniestro) y el origen de la palabra derecha es “diestra”. Al tomarse la diestra como lo correcto y lo justo, a la siniestra se le asignó lo negativo e incorrecto. Es así que se ve hoy en día como siniestro, lo malo. Basándose en este tabú, muchas personas intentaban imponer el uso de la mano derecha. Actualmente, se ha demostrado que la dominancia no tiene relación con el coeficiente intelectual ni con el desenvolvimiento académico de las personas.
Es importante no forzar la lateralización, puesto que nos podríamos equivocar potenciando un lado que tal vez no es el dominante. Un niño al que se le ha forzado a utilizar la mano contraria a su lado dominante es un niño con un sistema nervioso desorganizado. Su cerebro ha de estar organizado para que él pueda organizarse a su vez en el espacio en que el se mueve y sobre el papel en su trabajo escolar. Este trabajo debe realizarlo escolar. Este trabajo debe realizarlo un experto, ya que el simple hecho de hacer que el niño escriba con una mano que no es su mano dominante puede causarle dificultades serias de aprendizaje. Una vez que el experto haya identificado la dominancia, se traza un plan para desarrollar la lateralidad adecuada, en el cual se involucran los padres, los maestros y el terapeuta de aprendizaje.
TOMADO DE: http://www.cosasdelainfancia.com/biblioteca-psico15.htm
TOMADO DE: http://www.cosasdelainfancia.com/biblioteca-psico15.htm
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